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El malestar emocional en la migración

  • ciavttp
  • 4 jun 2015
  • 3 Min. de lectura

En las últimas dos décadas la migración apuntala en países de Europa y Centroamérica, tal desplazamiento aumenta por la complejidad y el desequilibrio económico y social que genera el actual modelo de desarrollo a escala mundial. En este contexto los migrantes y sus familias experimentan costos psicológicos que repercuten en los lazos afectivos entre sus miembros y en la salud emocional. Algunos resultados obtenidos en la investigación “Malestar emocional y psicosomático en parejas e hijos/as de migrantes” llevado a cabo en una comunidad rural con alto índice de marginación y migración en el Valle del Mezquital se halló en los testimonios cierto malestar emocional y corporal asociado a la condición migrante del esposo y padre de familia.

Es común decir que las esposas de migrantes que se quedan “solas” por mucho tiempo en su lugar de origen viven intranquilas, están tristes y enojadas ya que experimentan el sentimiento de abandono por su pareja. En este trabajo se encontraron algunos testimonios diferentes. La intranquilidad y el enojo no son por la espera y extrañamiento el regreso del migrante, sino por saber que va a regresar y con ello la mujer deberá ajustarse a los cambios de la convivencia en el hogar, a las reglas, a los deseos y compromisos de la vida conyugal.

En la ausencia de la pareja migrante muchas mujeres acceden a espacios de libertad y su autoestima se fortalece con actividades que les permiten encargarse de los recursos económicos que les manda el marido y poder organizar sus horarios sin tener que estar pendientes de las necesidades de reproducción o domésticas, preparación de la comida a la hora indicada, tener que dar cuenta de cuándo entra o sale de casa, entre otras.

En la espera del retorno de la pareja migrante se encontró el testimonio de una mujer que intensifica su ansiedad y enojo cuando su esposo migrante no se comunica con ella vía telefónica y a la hora acordada. Su pensamiento se llena de desconfianza y aunque ha tratado disuadir su malestar emocional realizando tareas del hogar y del trabajo, no lo consigue, la obsesión por el regreso de su pareja que le ha provocado dolores de cabeza que se presentan en distintas horas del día.

Sin embargo la llamada telefónica de sus esposo migrante sirve como analgésico para hacer desaparecer el dolor, como un efecto placebo capaz de activar áreas cerebrales dedicadas al alivio. “Basta con un cambio de signo en la noticia para que desaparezca completamente o se trueque en gozo, pero si existe ya una lesión orgánica, no es posible su desaparición inmediata” (Vilar y De Farnés, 1998:33). Respecto a la separación definitiva se encontró el quiebre emocional de una mujer y sus hijos/as, por la decisión del padre migrante de consumar la relación conyugal e iniciar otra en Estados unidos, además restringir el apoyo económico a su familia. La emoción se contagia, se vuelve recurrente como una forma de vida, es decir se puede aprender a vivir con ella, se puede tolerar pero al mismo tiempo se hace más difícil la elaboración de la perdida en la familia, lo que puede atraer otros problemas en la dinámica familiar y en la construcción de trastornos psicosomáticos.

“Las familias de migrantes son trasformadas en sus interacciones, expresan costos emocionales pues este proceso implica sacrificios, presiones financieras y dificultad para atender las necesidades de cuidado de los miembros dependientes” (Parella, 2007:27).


 
 
 

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